El genovés León Pancaldo fue uno de los que se adhirió. Pancaldo fue una figura primordial para Buenos Aires, pero no se le dio la debida importancia. Veremos por qué resultó tan importante, y todos los sinsabores y aventuras que pasó antes de llegar a las costas de la actual Argentina.
El 20 de septiembre de 1519, parte una expedición española en busca del misterioso paso. Al mando del portugués Fernando de Magallanes partieron todos esos aventureros de diferentes nacionalidades en busca de lo desconocido, a territorio inexplorado. La armada estaba compuesta por cinco naves y un total de doscientos sesenta y cinco tripulantes.
Pancaldo nació en la ciudad de Savona, Italia, en el año 1482. Poco se sabe de sus primeros tiempos. Se enroló en una de las naves de Magallanes, la Trinidad, como simple marinero. Tenía veintisiete años cuando lo hizo, y estaba recién casado.
La expedición
La expedición de Magallanes fue una de las más grandiosas e importantes de la historia, ya que casi todo su recorrido alrededor del globo fue por zonas inexploradas, a las cuales sólo se las consideraba llenas de fantasías y leyendas.
El 13 de diciembre llegan las naves a Río de Janeiro. Luego, exploran el Río de la Plata descubierto por Solís en 1516, para asegurarse de que no fuera el tan buscado pasaje al Mar del Sur, el océano Pacífico. Exploraron brevemente el estuario hasta el río Uruguay. Viendo que no era el paso deseado, partieron al sur y llegaron a San Julián, en la Patagonia, en marzo de 1520.
Allí pasaron el invierno en tierra. Hubo una rebelión a la que Magallanes dio por terminada colgando a los cabecillas. También hicieron contacto con los tehuelches, habitantes de la zona a los que calificaron de gigantes, y llamaron patagones por sus inmensos pies. Los tehuelches eran altos, pero sobre todo, los europeos que integraban esa expedición eran muy bajos... y exagerados.
Luego de unos meses continuaron la exploración de la costa, llegaron al cabo de las Vírgenes, donde se abre el estrecho, el 21 de octubre de 1520. Habían encontrado el tan buscado paso que comunicaría a España con los dominios que el Papa les había otorgado en las Indias: las islas Molucas, las cuales estaban llenas de las valiosas y tan solicitadas especias.
Antes de cruzar el estrecho que sería conocido como estrecho de Magallanes, perdieron dos naves: una se estrelló contra las rocas y la otra, la San Antonio, desertó a España; en el camino descubrió las islas Malvinas. El 27 de noviembre de 1520 desembocaron en el actual océano Pacífico. Magallanes lo llamó Pacífico, porque justamente, ése era su estado durante la lenta y dolorosa agonía que resultó la travesía. Los tripulantes padecieron hambre y sed en extremo, ya que por una desagradable casualidad no encontraron ni una isla en meses, cuando ese océano se caracteriza justamente por estar plagado de ellas.
A fines de enero arribaron a una isla a la cual llamaron Desventurada. A partir de allí fueron de isla en isla hasta llegar a la India, región bien conocida por Magallanes en anteriores viajes realizados con los portugueses.
Muerte de Magallanes
En abril de 1521 llegaron a una isla llamada Cebú, donde trabaron amistad con su rey. Para demostrar el poder y la valentía de los españoles decidieron ayudarlo en su lucha contra el gobernante de una isla vecina. Magallanes capitaneó a un grupo de españoles en el ataque, que fueron vencidos por la superioridad numérica. Magallanes fue herido de muerte. Duarte Barbosa al tomar el mando de la expedición, decide aceptar una invitación del rey de Cebú a una comida, adonde llevó a veinticuatro compañeros. Fue una traición; los mataron a todos.
Partieron entonces los restantes al mando de Juan Carvallo, quien hizo quemar la nave Concepción y repartir a sus tripulantes en las dos restantes naves, la Victoria y la Trinidad. Recorrieron otro sinnúmero de islas y llegaron a la isla Timor el 8 de noviembre de 1521. Ésta era una isla famosa por sus especias. Sellaron amistad con su rey, llamado Almanzor.
A partir de allí la expedición se divide. La Victoria parte hacia Europa cargada de especias y al mando de Juan Sebastián Elcano, quien llega a lograr la circunnavegación del mundo. Muchos fueron los padecimientos de estos pobres marineros, además de ser atacados por los portugueses. Pero después de tantas peripecias arribaron a Sevilla el 8 de septiembre de 1522. Eran dieciocho tripulantes de los doscientos sesenta y cinco que habían salido de España tres años antes. De todos modos el viaje fue un buen negocio para la corona española ya que se recuperó todo lo invertido y se sacaron muchas ganancias, gracias a las valiosas especias.
Pero lo esencial de esta historia, para nosotros, es la odisea y el trágico fin de los pobres marineros que quedaron en la nave Trinidad; uno de ellos era León Pancaldo.
La Trinidad
Recordemos que la Trinidad se había quedado en Timor. ¿Por qué? Por falta de tripulantes. La Victoria era la que los tenía en mayor cantidad. Aparte, la Trinidad estaba deshecha y hacía agua por todos lados. Se resolvió que partiese a las costas de México, que estaba bajo dominio español. Pensaban que sería un viaje más fácil y simple, que ir hacia Europa rodeando África
El 6 de abril la Trinidad partió de Timor al mando del capitán Gonzalo Gómez de Espinosa, con cincuenta y tres tripulantes. Algunos españoles quedaron en la isla para afirmar los derechos de la corona sobre las Molucas. Navegaron entre las islas hacia el norte, luego al nordeste. Finalmente dejaron atrás la isla de Cyco y fueron directo a México, el 11 de julio de 1522. Fuertes vientos los guiaron al principio pero eran siempre contrarios y las provisiones comenzaban a escasear. Los tripulantes morían a diario. Finalmente sólo quedaron veinte. Ante tantas adversidades decidieron volver a Timor. Luego de varios meses de hambre, sed y angustias llegaron cerca de Timor, a la isla Credoy, donde se enteraron, que los portugueses estaban construyendo una fortaleza en la cercana isla Ternati, y habían apresado a los españoles de Timor.
Gómez de Espinosa, viendo que no podrían escapar, ni luchar dadas las malas condiciones en que estaban, resolvió entregarse a los portugueses; era su última esperanza. Los pobres marineros tenían sus ropas hechas harapos, si es que tenían algo que ponerse. Los portugueses los tuvieron presos por cuatro meses; luego los enviaron a distintos puntos. Eran veinticuatro los españoles sobrevivientes, contando cuatro de los que habían quedado en Timor. Enviaron a dieciséis de los de la Trinidad a las islas Bandá en febrero de 1523, Pancaldo entre ellos, y cuatro quedaron en Ternati. Luego de cuatro meses de padecimientos, Pancaldo y sus compañeros fueron trasladados a la isla de Java, y luego a Malaca, en la actual Malasia. Allí estuvieron presos por cinco meses, luego fueron enviados León Pancaldo y algunos compañeros a la ciudad de Cochín, en la costa sudoeste de la India. De estos algunos tuvieron la “suerte” de ser remitidos a Portugal, de los cuales varios murieron durante los siete meses de cautiverio en Lisboa, pero tres sobrevivientes fueron liberados y finalmente enviados a España
Pancaldo de un lado a otro
Los que quedaron en la India, Pancaldo incluido, las pasaron muy feas; sólo él sobreviviría. Varios murieron en Malaca, otros en viaje y los demás en la India. Uno de ellos, siendo esclavo de la hermana del Gobernador portugués, murió a su servicio.
En la India los trataban muy mal y casi no los alimentaban. Cuenta Pancaldo, en una relación posterior, que gracias a unos extranjeros que los ayudaron, pudieron sobrevivir. Con su ayuda, Pancaldo y un compañero llamado Juan Bautista Poncerón, también genovés, lograron escabullirse y embarcarse a escondidas en una nave de comerciantes portugueses. Ninguno de los dos sabía del otro; habían llegado por distintos medios y sólo se encontraron en el interior de la nave.
El barco, en vez de ir directamente a Portugal, se detuvo en Mozambique, en la costa este de África. Allí los portugueses descubrieron la presencia de los dos genoveses y los apresaron. Los embarcaron en una nave que iba a la India, pero el barco, por vientos contrarios no pudo partir. Pancaldo y Poncerón se las ingeniaron para escribir cartas a España; una, a un eclesiástico y otra, al rey Carlos V. Esto sucedía hacia octubre de 1525, ya hacía seis años que vagabundeaban por el mundo. En estas cartas contaban todas sus desventuras y les pedían ayuda, dada su condición. Poncerón murió al poco tiempo. Tan malas eran las condiciones en que se encontraban estos pobres genoveses.
Pancaldo pudo esconderse de los portugueses, para que no lo enviasen de vuelta a la India. Luego, con la ayuda de dos marineros consiguió embarcarse en un navío que partía hacia Portugal. Lo descubrieron tres días después, durante los cuales Pancaldo no había probado bocado ni tomado agua. El capitán del barco casi lo tira por la borda, pero en un impulso de bondad lo tomó prisionero y lo llevó a Portugal. Llegó a Lisboa a principios de 1527. Tiempo mas tarde, el rey de Portugal, le concede la ansiada libertad. De los compañeros de Pancaldo sólo sobrevivieron cuatro, tres que habían partido antes, como vimos más arriba, y otro llamado Juan Rodríguez, apodado “el Sordo”, que llegó a Lisboa en 1525.
Luego de prestar declaración en Valladolid en julio de 1527, Pancaldo pudo finalmente volver a su Génova natal, a ver a su esposa que ya lo daba por muerto. Habían pasado ocho largos años desde su partida.
Intrigas en Europa
Luego de su gran odisea, Pancaldo adquirió gran prestigio en el ambiente marino. Con su fama consiguió que el rey de Portugal, el rey de Francia y muchos otros quisieran contratar sus servicios.
Pancaldo firmó un contrato con un representante del rey de Portugal, pero como el portugués no cumplió con su parte, no dudó en aceptar las propuestas de unos ricos comerciantes de París. Esto sucedía a principios de 1531. Querían armar una expedición a Oriente que liderase Pancaldo. Formaban parte de esta empresa el rey de Francia y muchos altos y ricos personajes de Francia e Italia. Todo armado y dirigido en un estricto secreto.
Pero el representante del rey portugués en París se enteró del asunto por sus espías, y trató de entrevistarse con Pancaldo para que desistiese de sus proyectos. Le ofrecía un contrato como el firmado anteriormente. Pancaldo se resistió al principio, pero terminó aceptándolo en su ciudad natal, en septiembre de 1531. El contrato estipulaba que Pancaldo se comprometía a no realizar ninguna expedición, no trabajar para nadie en lo referente a navegación, no dibujar mapas y, fundamentalmente, no revelar ni de palabra, ni por escrito, los secretos geográficos adquiridos en su viaje. Todo esto a cambio de un dinero y un sueldo. Lógicamente los portugueses querían proteger sus dominios.
Pancaldo cumplió con el contrato durante cinco años. Al cabo de ellos recibió una propuesta de unos comerciantes de Valencia, en España, para vender un cargamento inmenso de mercancías a los conquistadores del Perú, los cuales tenían mucho dinero. Pancaldo no dudó, rompió el contrato y se trasladó inmediatamente a Valencia, para aceptar la propuesta. Volvía a la aventura.
En agosto de 1536 partió de Cádiz con dos naves llenas de mercancías: desde un simple peine hasta armas, ropa, alimentos, adornos, perfumes, bebidas. Todo lo que podían necesitar los ricos conquistadores del Perú. Estaba previsto llegar por el estrecho de Magallanes. No tuvieron inconvenientes durante el viaje hasta las costas de la Patagonia. El 30 de noviembre de 1537, una de las naves naufragó a la altura de Río Gallegos. Parte de la mercadería se perdió, pero lo que se salvó y todos los tripulantes se reunieron en la nave de Pancaldo, la Santa María. Trató infructuosamente de cruzar el estrecho; pero los fuertes vientos y corrientes contrarios no se lo permitieron. Luego de algunos intentos durante varios días, desistió del cruce y resolvió dirigirse a Santo Domingo, en el Caribe, y en el camino detenerse en el Río de la Plata. Él sabía que había partido una muy importante expedición para colonizar la zona, y que se esperaban encontrar muchas riquezas. Lo que no sabía el pobre marinero es que la expedición se había convertido en un fracaso y estaban todos casi muertos de hambre.
El Río de la Plata
Llegó al Plata a fines de febrero de 1538. Si recuerdan el capítulo de la primera Buenos Aires verán que para esta época el gobernador de Buenos Aires estaba en Asunción.
Como no divisaba ningún poblado en las costas, Pancaldo se mantenía lejos de ellas por miedo a encallar. Resolvió explorar los contornos del inmenso río con una embarcación pequeña que llevaban para ese fin. Pancaldo partió río arriba explorando la actual costa uruguaya con la pequeña embarcación. Su segundo, Juan Pedro Vivaldo, se quedó en la Santa María a la espera.
El 7 de abril Vivaldo se encuentra con un galeón español al mando de Antón López de Aguiar; quien estaba buscando la nave Santiago comandada por Alonzo Cabrera. Cabrera estaba en Brasil, pero Vivaldo y Aguiar no lo sabían. Lo buscaron inútilmente, y luego decidieron esperar a Pancaldo e ir juntos a Buenos Aires, ya que Aguiar conocía su ubicación.
A la llegada de Pancaldo, López de Aguiar los guió hasta Buenos Aires, pero al penetrar en el canal de entrada al Riachuelo, la nave de Pancaldo encalló en un banco submarino. No se inquietaron; bajaron los tripulantes y todas las mercancías. Sin duda, Pancaldo parecía haberse dado por vencido, ante el decepcionante panorama que le mostraba el mísero caserío que conformaba Buenos Aires; los pocos habitantes iban sin ropa y totalmente demacrados. El oro de la conquista obviamente no estaba allí, y menos algo conque pagar la inmensa cantidad de mercancías que Pancaldo había desembarcado. Así dejó perder la nave Santa María, no trató de salvarla; sólo las mercancías.
Como si fueran pocas las penurias que había tenido a lo largo de su vida, en el pobre y miserable poblacho le iniciaron dos juicios. Uno, López de Aguiar, para cobrarle por haberlo guiado hasta Buenos Aires. Otro el gobierno de Buenos Aires por haber introducido dos esclavos en la “ciudad” con fines comerciales, sin permiso y sin pagar los derechos correspondientes; cosa que no era cierta, ya que éstos eran de su servicio. Después él mismo inició un juicio a su subordinado Vivaldo por haber perdido la embarcación en la Patagonia; y otro contra López de Aguiar por haberlo hecho encallar a la entrada del puerto.
Perdió todos los juicios menos el iniciado a Vivaldo, quien no tenía dinero para pagarle. También le sacaron los esclavos y los vendieron en subasta pública, el 20 de enero de 1539. Fue el primer remate que hubo en Buenos Aires. El pregonero público lo anunció nueve días antes. Todos los pobladores estuvieron allí. López de Aguiar compró a uno de ellos llamado Vicencio por ciento cuarenta y cinco ducados, y un conquistador llamado Gregorio de Leyes compró al otro esclavo llamado Macián, en sesenta y cinco ducados.
El pobre Pancaldo murió en Buenos Aires en agosto o septiembre de 1540, tenia cincuenta y ocho años de edad. Había padecido tantos dolores y pasado tantas desventuras, que sus años habría que contarlos por dos. Sin duda habrá muerto de un infarto al ver cómo tenía que vender todas sus mercancías a la fuerza, cobrando sólo cartas de obligación. Con estas cartas los clientes se comprometían a pagar “del primer oro o plata que se nos diere e repartiere”.
La firma comercial que había contratado a Pancaldo trató de cobrar algunas de esas deudas. Para eso habían contratado dos factores que enviaron al Río de la Plata. Pero lo único que lograron fue vender el resto de las mercancías que quedaban, cobrando con los mismos pagarés.
Los tripulantes de la expedición de Pancaldo no volvieron todos a Europa, algunos quisieron quedarse. Así se convirtieron en los primeros italianos que se establecieron en nuestra tierra descontando los que vinieron con Caboto, que no se habían quedado.
Importancia de Pancaldo
La llegada de la expedición de Pancaldo a Buenos Aires tiene una inmensa importancia; ya que salvó de morir de hambre y frío a los conquistadores de Mendoza. La nave de Pancaldo fue una salvación. Los conquistadores pudieron vestirse con nuevas y buenas ropas, cambiar sus armas destruidas, y disfrutar de diferentes lujos como jabón, peines y muchas cosas más.
Para saber más
Gandía, Enrique de. “Aventuras de León Pancaldo alrededor del Mundo”. En: Orígenes de la democracia en América y otros estudios. Sociedad Impresora Americana. Buenos Aires, 1943.
Gandía, Enrique de. Los primeros italianos en el Río de la Plata y otros estudios históricos. Buenos Aires, 1932.
Gandía, Enrique de; Fernández Reyna, Manuela. León Pancaldo y la primera expedición genovesa al Río de la Plata. Buenos Aires, Ateneo Popular de la Boca, 1937.
Herrman, Paul. Historia de los descubrimientos geográficos. América, África y el Pacífico. Barcelona, 1967.
Medina, José Toribio. Algunas noticias de León Pancaldo y su tratativa para ir desde Cádiz al Perú por el Estrecho de Magallanes en los años de 1537-1538. Santiago de Chile, Imprenta Elzeveriana, 1908.
Peillard, Leonce. Magallanes. Pomaire. Barcelona, 1962.
Zweig, Stefan. Magallanes. El hombre y su gesta. Juventud. Barcelona, 1950.
1 comentario:
Publicar un comentario